martes, 29 de junio de 2010

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Recuerdas aquel frió invierno
Que no paro de nevar
Encerrados en aquel viejo cuarto
Tus lágrimas se comenzaron a helar.

La noche nos fue cayendo
Con toda su inmensidad
La pena se fue mezclando con el llanto
Mis miedos enfrentados a la verdad.

Y tú mirada callada
Me gritaba: ¡Nuca más!

Volví a despertar
Y sentí tu frió a mi lado
Como una caricia
Que te arrastra a una paz letal.

Luego la escarcha recubrió mi piel
Mis gélidos latidos
Me llevan a morir de sed.

Es este frió en tus labios
Que enciende hasta la oscuridad
Cuando se posan sobre los míos.
Mostrándome el abismo de la fragilidad.

viernes, 7 de mayo de 2010

Y SE FUE...

Cuentan que la vio marchar,
Cuando el cielo estaba azul y gris.
Y en sus ojos de odio y carbón,
Se podía ver,
La primavera asesina que cambio,
La caricia por la aguja,
La sonrisa por el sangrar.

Así desnudo ante las noches,
Violado por las estrellas
Sereno y conmovido
Se clavo un anzuelo en el paladar
Dejando secar su sangre.
Esperando que ella lo volviera a buscar.

Saboreo su adiós,
En un segundo de dolor y fidelidad,
Y enterró su voz
Ante la absurda inmensidad.
¿Alguien la extrañara?

Desde el pozo de su garganta
Una luz luchaba por salirY gritar, adiós mi sirena, au revoir

jueves, 25 de marzo de 2010

POR EL HUECO DE LA ESCALERA


Se cayo el beso por el hueco de la escalera,

transformando el escalofrio de la caricia

en un sutil gesto que marcaba mi piel,

como la tiza el ladrillo.

viernes, 8 de enero de 2010

Con las manos Heladas

ANÉCDOTA I
Y se nos fue cayendo la piel, hasta quedarnos en los huesos. Miramos aquellas noches y dejamos todo por hacer. Las caricias parecían jeringuillas y por mis venas fluía el temor, de volver a caer en sus brazos, tropezando una y otra vez en aquel placer.
Las olas lamían las sonrisas y tú te alejabas cada vez mas, luego se borraron las huellas, se hizo de noche y no te volví a ver nunca jamás.
ANÉCDOTA II
La inocencia nos hizo su oscura presencia, en aquel día que creemos aquella palabra herida, que cojeaba y lloraba por volver a “no ser” lo que siempre fue. Así que la encerramos en nuestras gargantas y dejamos que el tiempo la matara entre telarañas y ataques de mutismo.

ANÉCDOTA III
Se deslizo y cayo ante él, era un día nublado y ciego, tanto que nadie pudo ver como ella seguía deslizándose tras él. Sin que nadie se percatara que el “fin” estaba al acecho con su frac y su chistera fumando recuerdos y hierba.

ANÉCDOTA IV
Murió, y llego su carta escrita a mano. Contaba que allí, todo era lucido y colorido. Dijo que abandono su maleta llena, para poder llenar su alma, esa que un día vació antes los hombre y tras quedarse desnuda solo sintió el frió, y escucho las risas que trajo consigo la niebla.

ANÉCDOTA V
Después solo quedo la enfermedad, que fue apoderándose de todo entre las sabanas hasta que llego al acantilado, allí donde nos despedimos aquel otoño. Luego volvió al mar y se perdió en el, por siempre .